Por Sujeto Migrante
Todos sabemos que entre teoría y práctica tiende a haber una distancia, a veces muy grande. Pero al ser migrantes y tener experiencia, es decir, práctica, no nos imaginábamos lo que podríamos llegar a aprender sobre la experiencia de la migración cuando nos propusimos hacer Sujeto Migrante TV, un programa de entrevistas a personas migrantes en Uruguay.
Primero lo primero
Pero antes de compartir algo de lo que aprendimos, es importante contarles de dónde vino la idea. Por una parte nos sentíamos frustrados por la cobertura que habitualmente hacen los medios de la migración la cual nos representa a las personas migrantes casi invariablemente como víctimas, potenciales victimarios o solo cifras. Por otra, nos causaba estupor la xenofobia a la que estaban expuestos los migrantes venezolanos en Chile. Las imágenes de gente marchando contra la llegada de migrantes nos parecieron indignantes. Y aunque esta manifestación de discriminación no fue mucho peor que otras que ha habido en otros países de la región, en aquel momento –enero de 2022– era la más reciente.
Entonces, animados por la desazón y, por qué no, la rabia, decidimos aunar la experiencia de un chileno productor audiovisual (Adhemar Cereño) y un venezolano editor de libros (Leroy Gutiérrez) e invitar a algunas personas a que reflexionaran sobre su experiencia como migrantes, sin melodrama, antes las cámaras.
Lo que aprendimos sobre la migración
Ahora sí, estamos seguros de haber aprendido muchas cosas al conversar con diferentes personas sobre su experiencia como migrantes, pero aquellas que nos resultan más fáciles de poner en palabras son las que comentamos a continuación.
1. Hay tantas experiencias de la migración como migrantes.
Por supuesto que lo pensábamos, pero no es lo mismo comprobar una y otra vez –en doce oportunidades para ser precisos– que no existe algo como “la migración” sino migraciones. Nunca vivirá la misma experiencia una mujer, una persona racializada o una persona que profese el islam que una mujer, racializada y musulmana. Diversas identidades, así como diferentes sistemas de opresión, se combinan para complejizar y complicar las vidas de las personas migrantes.
2. Muchas de las preguntas que nos hacen son incómodas.
De un momento a otro se volvió un leit motiv en las entrevistas el tema de las preguntas que nos hacen a las personas migrantes. Entrevistadas como Olga Guerra y Sinay Medouze estuvieron de acuerdo con que preguntas como «¿de dónde sos?, ¿por qué estás acá?, ¿ya tienes trabajo?» pueden calificarse como demasiado personales cuando las formula alguien a quien recién se conoce y que no sirven realmente para dar el primer paso para el establecimiento de un vínculo.
Además, como afirma Stuart Hall en Los sí mismos al mínimo (Minimal selves), no hay respuestas adecuadas para preguntas como «¿por qué estás aquí?» y «¿cuándo volverás a casa?». Incluso, según Hall, la respuesta para la segunda de estas preguntas aparece justo en el instante en que la persona migrante escucha la pregunta. Y es que «Sólo entonces, ella o él saben, en el fondo, que en realidad nunca volverán. La migración es un viaje sin retorno. No hay un “hogar” al cual volver. Nunca lo hubo».
3. La identidad no se descubre, se inventa y se reinventa.
Por más que haya discursos que insistan en que la identidad es monolítica e inmutable, al conversar con diferentes personas migrantes, especialmente con Gulnor Saratbekova, nos quedó claro que, como afirma Zygmunt Bauman en Identidad, la identidad es «algo que hay que inventar en lugar de descubrir […] que construir desde cero o elegir de ofertas de alternativas y luego luchar por ellas para protegerlas después con una lucha aún más encarnizada».
4.Los migrantes no son mano de obra.
Al ser la migración una experiencia diversa, ninguno de los lugares comunes que se emplean para reducirla permite entenderla cabalmente. Así, no todas las personas que migran pueden calificarse como migrantes económicos, personas que están en edad de trabajar y que salen de su país en búsqueda de mejores oportunidades laborales, pues, como fue el caso de nuestro entrevistado Gabriel Patiño, su experiencia migratoria comenzó siendo menores de edad o ya estando jubiladas.
5. Los vínculos pueden ser más importantes que el bienestar material.
Como dijo de forma más que elocuente Carlos Franco, uno de nuestros entrevistados, respecto a la dificultad de hacer nuevas amistades en el país de acogida y, especialmente, durante la edad adulta: «estar solo, sin amistades es muy triste. Estás como “¿qué tengo yo?, ¿por qué estoy aquí?, ¿hice todo este esfuerzo para qué?”». No importa cuánto se valore el individualismo, nuestra vida carece de sentido sin los otros.
6.El valor de la escucha para entender(nos).
Y formando un binomio con el punto anterior, también aprendimos al conversar o, mejor aún, al escuchar a otras personas migrantes sobre la importancia que tiene la intersubjetividad para darle sentido a nuestras experiencias. «Sin el Otro, no puede haber sujeto […] el gesto de compartir, o de intercambiar –la relación–, está en el principio mismo de la interioridad» escribió Michelle Pètit en El arte de la lectura en tiempos de crisis. Escuchar que otras personas migrantes han sentido y pensado lo mismo nos ha hecho saber que no estamos solos y que es posible entender(se).
Incluso hemos fantaseado con fundar la Asociación de Migrantes Anónimos (AMA) que organice encuentros para que las personas migrantes intercambien vivencias y reflexionen en compañía sobre lo que han experimentado.
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